El argumento de la autoridad religiosa

¡Dios nos bendiga!

 Un tema muy importante dentro del contexto religioso es el de la autoridad. La razón principal de su valor radica en el mero hecho de que dentro de las mismas se apela a un ser superior a quien hay que obedecer y servir. Por lo menos este es el común denominador entre las que tienen a un ser trascendente como autoridad final.

 Lo que haré en este artículo es presentar un argumento a favor de la autoridad dentro del contexto religioso. Yo no voy a demostrar que Dios sí existe, pues ya lo hice cuando hablé del argumento moral en un post. Asumo la existencia de él para mis fines en este escrito. Cabe señalar que el mismo silogismo que voy a desglosar se puede usar para otras creencias del tipo teísta clásico, y no en aquellas religiones o sectas que se basan en la autoridad de los hombres, o pretenden hacerlo así. Busco demostrar que dentro de los contextos religiosos la única autoridad última a seguir es la de un Dios que trasciende todo.

 Argumento de la autoridad religiosa

  1. Sin un Dios al cual señalar como autoridad última, no se puede exigir obediencia en el contexto religioso.
  2. Existe un Dios al cual señalar como autoridad última.
  3. Por lo tanto, se puede exigir obediencia en el contexto religioso.

 Este simple argumento busca señalar que la autoridad final en materia de religión y todo lo relacionado a esta, es Dios. La conclusión se sigue de las premisas, pues la inferencia es un modus ponens. La pregunta que nos queda, para saber si el argumento es valido, es: ¿son verdaderas las premisas? Veamos:

 Sin un Dios al cual señalar como autoridad última, no se puede exigir obediencia en el contexto religioso.

 Si existe una creencia religiosa que basa sus prescripciones y ordenanzas en un hombre, entonces no se puede hablar de autoridad última en ese caso. Mucho menos de algún tipo de autoridad. Del mismo modo, si una religión que dice señalar a un dios con estos fines, no lo tiene a él como autoridad final sino a un hombre o grupo “señalado por el mismo dios”, entonces tampoco podemos hablar de autoridad real en dicho contexto. ¿Cuál es la razón? Sencillo, si no existen prescripciones realmente objetivas, no hay razón valida alguna para hacer lo que otro ser semejante a mí, me diga.

 Cuando hablamos de obediencia y hacer lo que otro nos manda, lo hacemos sobre la base de que hay un motivo objetivo detrás. No pierda el hilo, recuerde que solo hablo en el contexto religioso en este caso, para mis fines. Una religión que descansa sobre la autoridad de un hombre o varios, no puede exigir obediencia a las prescripciones de dichos hombres. Sin un dios, no hay objetividad ni deber real. ¿Por qué debería obedecer los mandatos de alguien semejante a mí antológicamente? ¿Por qué sus órdenes son más validas que las que puedan dictar un particular? Lo único que haría que un deber sea valido aun cuando yo crea que no, es si es objetivo: independiente de la mente humana. Los filósofos morales saben que los deberes no pueden basarse en la subjetividad, pues esto los haría arbitrarios, y existirían mundos posibles donde las verdades necesarias de la lógica se contradecirían, si afirmamos que, en el cuadro religioso que he pintado, el deber de hacer A es igual al deber de no hacer A. Esto claramente violenta las leyes lógicas básicas, pues estamos diciendo que un deber puede ser y no hacer a la vez, y es una condición de las mismas que en todos los mundos posibles se cumplan, por eso son necesarias. Pero si afirmamos que los deberes religiosos de X creencia están fundamentados en los hombres, entonces este es el cuadro subjetivista que nos queda, el cual vemos que es incoherente. Sin objetividad más allá de la mente humana no hay forma de decir que hacer A es bueno, y no hacerlo, es malo. Pues, ¿en base a qué sería? ¿A los caprichos subjetivos de una sola persona, o varias? ¿Por qué sus caprichos son más validos que los míos o cualquier otro? ¿Por qué no puede ser yo el dios a seguir en esa religión y no él?

 Sin un Dios al cual señalar, no hay objetividad alguna. Sin verdades objetivas en la materia, no hay razón para decir que en la religión X es malo hacer Y, pues en ausencia de un estándar objetivo al cual señalar, nadie está equivocado ni en lo correcto.

Este no es el único problema que presentan las religiones que endiosan a un hombre. El problema mayor es que los deberes objetivos solo pueden ser prescritos por alguien que ontológicamente sea superior a un ser humano. Es el hecho de Dios ser un ser máximamente grande lo que lo hace digno y capaz, ontológicamente, de ser una autoridad última, la autoridad última. En nuestro cuadro pintado vemos que siempre podemos apelar a otra persona como autoridad en ausencia de objetividad trascendente, pues al final no hay nada último en lo que digan estos seres humanos. Pero con un Dios al cual señalar como tal, decimos que hacer lo que dice es objetivo, pues no depende de nuestro parecer y siempre tendrá el mismo valor en todos los mundos posibles (no contradice las leyes lógicas), ya que se fundamenta en su propio ser para regir con autoridad. Además, que al ser mayor que nosotros en todo, es más coherente tenerlo como autoridad final, debido a que no hay a quien más apelar fuera de él, pues él es el fin último mismo.

 ¿Qué hay con aquellas religiones que sí tienen a una autoridad final y trascendente que señalar, pero hacen lo que diga un representante humano?

Que este accionar es valido siempre y cuando lo que dicen vaya acorde con lo que Dios ya dijo. Esto sigue mostrando la importancia de la objetividad en materia de religión. Si no contamos con un medio objetivo para conocer la voluntad de Dios, no hay forma de garantizar que lo que dice su representante es verdad. En las creencias religiosas que poseen una auto-revelación de él escrita, tienen la forma de saber cuando ese representante humano no manda a hacer lo que ya nuestro Dios ha dicho, o cuando manda lo que este prohíbe. Al final, aun cuando haya un representante humano autoritativo, la autoridad final sigue siendo de Dios, no de los hombres. Y, que bueno que tenemos medios para saber cuando deja de hablar nuestro Dios y cuando comienza a hacerlo el hombre.

 ¿Dios no puede delegar autoridad a un hombre o a varios para que se le siga a ellos?

Sí, claro. Pero este no es el punto. Yo no estoy diciendo que no existen representantes de él que tienen autoridad en el contexto religioso. Lo que sí digo es que la autoridad final no es el representante, sino Dios. En el momento que el hombre mande a hacer lo contrario a lo que nuestra autoridad final ha dicho, entonces ya tenemos una razón para no hacer lo que dice. Toda autoridad humana representativa debe hacer y mandarnos a hacer lo que Dios ha dicho. Y, repito, que bueno que sabemos la voluntad de él, pues la ha revelado de forma objetiva. Al seguir a los hombres que siguen a Dios, lo seguimos a él: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”. 1 Corintios 11:1.

 La única forma en que un representante permanece como autoridad es cuando su hablar es similar a aquellos profetas que decían: “así ha dicho Jehová”, y confirmamos que lo que dice y manda es exactamente lo que Dios quiere. Los problemas de subjetividad vuelven a la escena en el momento que se le da la espalda a Dios. Ahí, ya no hay razón alguna para recibir como autoritativo los enunciados subjetivos de aquella autoridad puesta por Dios.

 ¿Cómo puedo saber cuando un representante de Dios le da la espalda?

Confirmando si todo lo que dice es lo mismo que Dios dice. ¿Cómo? Acudiendo a la misma auto-revelación del cristianismo: la Biblia. En ella están las palabras y la voluntad de Dios para nosotros. Todo aquel que dice ser una autoridad puesta por él y hace o dice lo contrario a lo que dice Dios en el texto, sabemos que miente y ya no es ninguna autoridad o nunca lo fue.

 En esta parte podemos concluir que solo se puede exigir obediencia a los mandatos religiosos de X creencia sí y solo sí cumple que:

  • Son objetivos.
  • Provienen de un ser mayor al humano.

 Características que solo Dios cumple.

 Existe un Dios al cual señalar como autoridad última.

 Para probar la existencia de Dios en círculos religiosos pero que cuya autoridad final no es un ser trascendente, solo basta con dar argumentos a favor de su existencia. Como dije anteriormente, este argumento es religioso, y dentro de este circulo la existencia de Dios no está en duda. Pero, en casos extremos y mínimos, solo basta con señalar argumentos teístas. También, es bueno usar los señalamientos que ya hice en la premisa 1 de cómo una religión sin un ser trascendente como autoridad final no tiene sentido y/o coherencia.

 Dentro del contexto religioso en donde pretendo usar este argumento no es muy necesario dar una defensa de esta premisa.

 Por lo tanto, se puede exigir obediencia en el contexto religioso.

 Concluimos que, dada la evidencia en contra de las religiones que no tienen a un ser trascendente como autoridad final, presentadas por las incoherencias lógicas en las que se rayan aquí, y que solo un Dios puede justificar la exigencia a obedecer los deberes religiosos; podemos decir que las religiones son coherentes en lo que exigen, pues un ser como Dios es la única autoridad final a seguir en todo el universo.

 Visto que las premisas son verdaderas y que la inferencia es correcta, solo nos resta decir que el argumento de la autoridad religiosa es valido lógicamente y verdadero.

 Conclusión

 Todo hombre que pretenda ser representante autoritativo de Dios y no hable o enseñe a hacer lo que él mismo reveló en una forma objetiva, deja de tener tal autoridad, pues está tratando de ser una diferente a la final, y ya vimos los problemas que surgen con esto. Nadie puede ser un representante de Dios autoritativo y contradecir la misma autoridad de Dios. El que tal haga está pretendiendo, también, ser una autoridad final.

 ¡Dios, la autoridad final y máxima en todo el universo, les continué bendiciendo!

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