Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?
Marcos 8:36
Nadie puede dudar acerca del gran auge que está teniendo la apologética cristiana en Hispanoamérica. Muchos son los que no solo consumen el material que otros hermanos producen en este campo, sino que también incursionan en él, ya sea en sus iglesias locales o en ministerios formales. Esto no solo es bueno, es buenísimo. Necesitamos de la apologética hoy más que nunca debido a la lucha ideológica que estamos teniendo en las sociedades y a la fuerte influencia cultural anti-cristiana con la cual hacemos contacto a diario. La apologética nos sirve para afianzar nuestra fe en el plano intelectual, pero también nos funciona para refutar y defender la fe cristiana ante los constantes ataques a la que es expuesta en todos los medios seculares. Soy de los que creo que mientras más apologistas hayan mejor será el trabajo.
Hay algo que me ha estado llamando la atención últimamente. Creo que esta reflexión no solo ha venido a mí, sino que a todo hombre de ministerio. La cuestión con lo que hacemos para Dios es: ¿Cuál es el propósito? ¿Por qué eres un apologista? ¿Para qué? ¿Buscas fama, reconocimiento, avergonzar a famosos no creyentes? ¿Burlarte de los demás? ¿Exponer y dejar en vergüenza a tu profesor que siempre está atacando al cristianismo? ¿Cuál es tu propósito con hacer apologética? Según 1 Pedro 3:15 nuestro fin debe ser dar razones de la esperanza que hay en nosotros. Esa esperanza es la salvación y vida eterna en Jesús. Esa esperanza viva es Cristo. Si nuestro fin no es presentarlo a él de una forma u otra, no estamos haciendo nada bien. No me mal interpreten, no todas las defensas que podamos hacer conectan de una forma u otra con el evangelio de Cristo, pero, aun exponiendo la evidencia para un ajuste fino en el universo el carácter de él debe reflejarse en nosotros, por eso es que se nos manda a santificarlo en nuestros corazones (1 Pedro 3:15). Si nuestro propósito con ser apologistas no va acorde con el currículo de nuestro Señor, en vano hacemos lo que hacemos. ¿De qué nos vale? Si aun así creemos que tiene algún valor, esto solo es evidencia de que nuestro propósito nunca fue el correcto.
La vida eterna consiste en conocer a Dios, y si nuestro objetivo con ser defensores de la fe no es este, ni podemos ser llamados defensores de la fe. ¿De cuál fe? ¿La cristiana? Si así fuera, entenderíamos que Cristo es Señor de nosotros en todas las áreas, y que nuestro fin es reflejar su señorío. Si tu apologética no es correcta, el señorío de Cristo no está en ella. Dado este caso, lo que defiendes es todo, menos el cristianismo.
Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
Juan 17:3
¡Dios nos bendiga!